viernes, 6 de noviembre de 2009

La mayoría de los padres sobreexijen a sus hijos

Que no toquen los jarrones del living; que estén tranquilos cuando la mamá habla por teléfono; que no se enchastren con la comida; que saluden siempre a todos. El 83,5% de los papás sobreexigen a sus hijos que no superan los 5 años. Esperan que resuelvan situaciones difíciles y a veces imposibles para su edad. Es el resultado de un vínculo "distorsionado", dicen las expertas: los padres se frustran y angustian porque los chicos no responden a sus expectativas y refuerzan la exigencia. Se genera así una escalada de violencia que termina con gritos y chirlos. Los chicos, en tanto, sufren trastornos psicosomáticos y problemas de conducta.

El dato surge de un estudio que abarca a casi 400 padres de Capital y Gran Buenos Aires con hijos de 0 a 5 años. Son papás de clase media, media-alta, que rondan los 32 años, la mayoría son casados, tienen estudios terciarios y universitarios y, en promedio, dos hijos. Los resultados de este trabajo del Centro de Asistencia y Formación en Salud Mental Aralma se presentarán el sábado 21 en una jornada sobre "Infancias y Adolescencias: Nuevos Devenires Clínicos" que se hará en la Facultad de Psicología de la UBA.

Ante la creciente demanda de consultas y tratamientos psicológicos para chicos de esta edad, sintetizadas en frases como "es un/a nene/a difícil; no lo/a puedo controlar", los especialistas de Aralma decidieron aplicar una escala (basada en 99 preguntas que se utiliza en varios países de Centroamérica) para conocer el comportamiento de padres y madres.

"Papás y mamás sienten que la crianza de los chicos es una carga pesada. Pero los chicos llamados difíciles lo son por la complejidad de las creencias y expectativas irracionales que los padres tienen en relación a la edad del hijo, ya sea por falta de tiempo, de dedicación a la crianza, de paciencia o intolerancia a los tiempos de desarrollo de los pequeños", advierte Sonia Almada, directora de Aralma.

"Al final, el vínculo padre-hijo termina en una relación de fuerza inevitable y en una escalada de violencia. Los padres no están contentos con esto, se ponen mal, quedan encerrados en una situación por no haber puesto reglas claras de entrada", amplía Almada.

El trabajo también deja en evidencia que el 72,30% de los papás disciplina a sus hijos con gritos, cachetadas y chirlos. "Es el único modo, fallido, que los papás encuentran para lograr lo que en definitiva tampoco conseguirán. Sí, en cambio, se verá un deterioro en la salud psíquica del niño y sus vínculos", explica Cristina Blanco, especialista en Niñez, Adolescencia y Familia.

La etapa de 0 a 5 años es la piedra fundamental de la vida psíquica del niño. "En los primeros años, los chicos necesitan una presencia activa de sus padres. Deben generarles la sensación de seguridad, disponibilidad y respeto por su individualidad", resalta Analía Goldín, psicóloga infanto juvenil de la UBA.

Y agrega: "Si un niño siente que sus padres tienen expectativas que él no puede cumplir, le puede generar un fuerte grado de sobreadaptación que puede derivar en enfermedades psicosomáticas, o en una gran frustración que se verá reflejada en problemas de conducta que van desde el aislamiento a la agresión, por ejemplo, con sus compañeritos del jardín a quienes suelen morder o pegar".

¿Cómo empezar a ordenar esta situación? Ante todo, coinciden las especialistas, hay que aceptar que no es un problema que el chico derrame la leche en el piso, no guarde los juguetes, no los comparta con otros nenes o no salude cuando llega de visita a un lugar. "Cuando se empieza a entender -señalan-que para cada situación los chicos necesitan su tiempo, la ansiedad de papás y niños baja y el clima se vuelve más propicio para establecer reglas". Hay más sugerencias:

Acompañarlos en su desarrollo: jugar, leerles cuentos, compartir actividades cotidianas, sin retos ni exigencias. (El 91% de los papás hace pocas o ninguna actividad para favorecer esto).

Bajar el apuro de que el niño "crezca", algo que muchas veces se considera un "halago" y sólo muestra padres devorados por una sociedad de la inmediatez.

Preguntarse quién necesita determinada cosa, el chico o el padre.

Aprender a escuchar y a observarlos. Así, el vínculo fluirá.


Graciela Gioberchio

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