sábado, 31 de octubre de 2009

No podemos pensar que como todos los chicos son alumnos, la violencia es escolar

La crónica periodística dio cuenta esta semana de hechos de violencia protagonizados por adolescentes. En Mendoza un chico fue apuñalado por intervenir en una pelea y otro llevó un arma a la escuela cansado de que se burlaran de su sobrepeso. En San Juan una estudiante boliviana fue golpeada hasta el desmayo y su familia denunció que fue por discriminación. Estos episodios ocurrieron dentro y fuera de la escuela pero en todos los casos se consignó la condición de alumnos de sus protagonistas. Suficiente para cargar otra vez las tintas sobre la escuela bajo la llamada "violencia escolar". De qué tienen que hacerse cargo y de qué no, habla la subsecretaria de Equidad y Calidad Educativa del ministerio nacional, Mara Brawer, ex coordinadora del Observatorio Argentino de Violencia en las Escuelas.

Frente a hechos así reina la confusión o la conveniencia. Sería bueno dejar claro qué diferencias conceptuales hay entre violencia escolar y violencia en las escuelas.

Violencia escolar es la que generan los mecanismos institucionales de la escuela y violencia en las escuelas son situaciones que se producen por fuera de la institución pero que la tienen como escenario. Es muy diferente. No podemos poner a la escuela ni a la condición de alumno en el eje del análisis de todo lo que sucede en la sociedad. Pensar que como todos los chicos son alumnos la violencia es escolar, sería lo mismo que creer que una pelea entre dos periodistas es violencia mediática, o bancaria entre bancarios.

¿Cuándo la escuela produce violencia?

Cuando discrimina o es complaciente con la discriminación, cuando produce desigualdad, cuando no hace lugar a la problemática de los jóvenes. De manera contraria, se previene la violencia cuando los aprendizajes que se trasmiten son significativos o cuando un profesor tiene en cuenta las características que tiene la atención de los jóvenes en el siglo XXI.

Si un grupo de chicas le pega a otra "por linda" no es una situación generada por la escuela pero tampoco debería hacer oídos sordos.

No debería, porque de esa forma amplifica o refuerza la violencia social. Ahora, toda la experiencia acumulada demuestra que la escuela no puede enfrentar sola este problema. Tiene que romper el aislamiento y establecer nuevos contratos con la familia, con el entorno de la institución, con los medios de comunicación...

¿Cuál sería un ejemplo concreto de contrato con los medios?

Tomemos la televisión. Hay una responsabilidad que tenemos todos en los modelos que se les presentan a los chicos. En una telenovela o en una serie, por ejemplo, no se deberían mostrar situaciones de violencia o de discriminación sin que algún personaje no intervenga en contrario. Puede haber una madre que haga un señalamiento a su hija porque está mirándose todo el día al espejo o porque no invitó a determinados compañeros a sus cumpleaños. No digo que haya cosas que mostrar o no mostrar, pero en la vida cotidiana la gente dice algo en relación a lo que pasa.

¿Qué debe hacer la escuela por sí misma?

En la reforma de la secundaria proponemos, entre otras medidas, construir regímenes de convivencia acordados entre todos y crear instancias de participación donde circule la palabra de padres, docentes y alumnos. Cuando una institución dialoga, hace prevención. Además, toda escuela tiene que tener una función tutorial que acompañe las trayectorias escolares de los alumnos. Un docente con concentración horaria más horas extra clase puede tener una mirada más integral sobre los chicos, y si la tiene puede diseñar estrategias de intervención educativa que los tengan en cuenta. Así los jóvenes se sentirán mirados, cuidados, y esto disminuye la violencia.

Liliana Moreno

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