Cuando me llamaron por teléfono de la Comisión del Bicentenario del Gobierno de la Ciudad, que dirige el periodista Carlos Ares, para decirme que me habían elegido junto con otros 26 vecinos destacados de la ciudad para otorgarme una medalla en ocasión de los 200 años de la Revolución de Mayo, primero dudé, por tratarse del gobierno de Macri. Al enterarme de que entre los homenajeados estaban Quino, María Elena Walsh, Hermenegildo Sábat, Julio Bocca, los arquitectos Mario Roberto Alvarez y Clorindo Testa, Mariano Mores y Jorge Luz, me dije... la pucha, qué honor. Pero lo que terminó de convencerme fue la inclusión entre los premiados de Osvaldo Bayer, comprometido defensor de luchas obreras pasadas y presentes, y la ministra de la Corte Suprema Carmen Argibay Molina, firme defensora del derecho al aborto; dos temas particularmente molestos para los conservadores. También destaco entre los premiados a Margarita Barrientos, creadora del Comedor Los Piletones en Villa Soldati, y a otros referentes de la salud y educación públicas estatales, como las directoras del Hospital Garrahan y del Instituto Lenguas Vivas.
Todo reconocimiento tiene un valor simbólico y, al premiarme, lo hacen también a mis maestros en la ciencia y en la vida, a mis discípulos, a las instituciones como la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, la UBA y el Conicet y a mi familia. La medalla me hará recordar a los patriotas de Mayo (sobre todo al jacobino Castelli y a Moreno) y al hecho de haber nacido en Almagro y de ser un producto de la educación pública de esta ciudad a la que amo, desde el primario hasta la universidad.
En un gobierno constitucional, lo importante es que estos reconocimientos se entiendan como actos de Estado y no como una recompensa a los amigos de los gobernantes de turno. Seguramente Macri sabe, y en eso se basa la gran habilidad de la derecha que a la izquierda nos cuesta tanto aprender, que entre los premiados hay adversarios ideológicos y políticos de su gestión, quienes, como Osvaldo Bayer, no se callan la boca por haber recibido la medalla (ver contratapa de Página/12 del 24/10/09). Pues me uno a Osvaldo y aprovecho el premio para decirle al jefe de Gobierno que se deje de espiar a los maestros, de reprimir la pobreza y cerrar centros culturales. Que invierta más en educación y en salud, que la ciudad tiene mucha riqueza para distribuir y que algún día se acuerde de que la mayor concentración de científicos y la mayor universidad del país se encuentran en su distrito, y no estoy hablando de la Universidad Católica precisamente, donde él estudió.
Alberto Kornblihtt
Biólogo molecular, profesor FCEN-UBA, investigador del Conicet.
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