
“¿Mirá si vamos a estar arriba de Estados Unidos y el Primer Mundo europeo?”, comentó un viejo amargado e incapaz de analizar entrelíneas lo que está diciendo la NEF, que la felicidad no es equiparable al desarrollo tecnológico, ni a la capacidad armamentística, ni a los dólares en el bolsillo. La felicidá a a a á, es lo más. Sin felicidad, decía el pastor Giménez, estamos tristes. Y este dato es el que parece haber logrado, después de trabajosos cálculos y encuestas supuestamente entre la población de 143 países que representan, según esta gente, el 99 por ciento de la población del mundo.
Este diario no está en condiciones de revelar el secreto de la felicidad, a la que tuvo acceso, en entrevista con la fuente, pero sí dar algunos algunas claves para que el lector se anime. El cálculo se logra sumando índices de desarrollo o riqueza (bueno, tener que figurar, tiene), pero suma la cultura, la ¡¡¿¿gastronomía!, la esperanza de vida!!?? y sobre todo, el impacto ecológico que sufre, al que la NEF le da prioridad absoluta. Entre divisiones, sumas y múltiplos de 11, y no pregunte más detalles que no le serán revelados, se logra un número determinado, el HPI o happy planet index (qué lindo que el idioma de la felicidad se entienda sin traducir) que rankea a los países según los resultados.
En Costa Rica estaban más felices después de enterarse de que eran los más felices. Pero Australia, que el sábado 4 apareció rankeada en el número tres erróneamente por las agencias de noticias, estaba en el 102, aunque se presume que semejante descenso público amargará a sus habitantes, digamos que hasta el 110, que ocupa Líbano. A todo esto, lo preocupante, que de por sí quita puntos, es que en la primera edición del HPI, en 2006, los más felices eran los habitantes de Vanuatu, en el Pacífico Sur, y en esta edición ni aparecen en el listado.
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