Desde siempre existen frases hechas. Cientos de miles en todos los lugares del mundo. Aquí, producto de diversos acontecimientos o catástrofes históricas que se convirtieron en tragedia, desde el terremoto de San Juan que le permitió a él por entonces teniente Perón darse a conocer al mundo antes de su primera presidencia, pasando por la colecta televisiva de Pinky y Cacho Fontana para los soldados que combatían en Malvinas que terminó siendo comercializada en quioscos y almacenes, hasta la convocatoria a donar colchones y alimentos para las víctimas de las inundaciones como las de Santa Fé o desastres naturales como los de Tartagal; siempre se habló de "la solidaridad del pueblo argentino" como un valor intrínseco del mismo desde que fue constituido como "pueblo".
Sin embargo esta supuesta solidaridad siempre se produce en casos en que un sector de la población, pequeño, sectorizado, sufre alguna tragedia, por lo general alejada de las grandes ciudades, y es "ayudado" por los sectores pudientes de las sociedades urbanas, mientras los medios los registran acercando alguna frazada o paquete de harina.
Hay otro tipo de solidaridades que se ejercen en otras sociedades, otras culturas, que existía en nuestro país y en nuestra sociedad hasta antes de la nefasta dictadura militar de 1976, que son las solidaridades "reales", "de conciencia". Un tipo de solidaridad en que todo la sociedad se hace carne en una idea para la mejora del conjunto. Protestas sociales que benefician a los más castigados por el sistema, diseño de políticas que incluyan a todos los integrantes de la sociedad, políticas sanitarias o educativas inclusivas que son pensadas por todos los sectores y para dar respuesta a todos los intereses. Todavía se recuerda en Francia, las marchas de millones de personas por la defensa de la semana laboral de cuarenta horas, o las masivas manifestaciones en Italia o Alemania contra políticas neoliberales que destruyen el empleo o la calidad de vida.
Quizás la última lucha realmente solidaria que se recuerde, en nuestro país, aunque efímera, sea aquella del 2001, la de: "Piquete y cacerola, la lucha es una sola", rápidamente abandonada por el sector que recuperó de alguna forma sus ingresos, pasando nuevamente a demonizar a sus circunstanciales compañeros de lucha.
Un pueblo solidario, no produce corridas bancarias. No tengo mucha simpatía por los bancos ni los banqueros, pero niguna sociedad capitalista del mundo puede resistir un masivo retiro de depósitos como el que se produjo aquí en el 2001, en una clara demostración del salvese quien pueda. Retiro mi depósito, si el banco quiebra, o mi vecino no llega, a mi no me importa. No parece una actitud muy solidaria para una sociedad que basa su sistema bancario en la confianza.
Un pueblo solidario no corre con el código penal a los manifestantes que cortan la calle en una protesta porque no pueden circular con el auto. Una sociedad se pregunta por qué protestan, como los podemos ayudar, o se "solidariza" y se suma a la lucha del que circunstancialment está sufriendo.
Un pueblo solidario no trata de vagos a sus docentes, a las personas que les enseñan no sólo contenidos sino valores a nuestros hijos. Un pueblo solidario lucha junto a ellos para que las personas que educan y forman a nuestros pibes sean recompensados dignamente.
Un pueblo solidario, maduramente solidario, democrático y republicano, no pide meter bala o pena de muerte para las personas que delinquen. Un pueblo solidario se preguntá el porqué, persigue y encarcela a los que lucran con el paco y la droga, marcha y pide políticas educativas inclusivas, se manifiesta y pide trabajo para todos sus habitantes porque así va a vivir en una sociedad más justa.
Un pueblo solidario no vive el tema de las retenciones al campo como un partido de futbol. Le da voz a todos. Trata y les da voz a las vícitmas de la tala indiscriminada y la sojización como damnificados y no como estorbos de los intereses de los poderosos. Atiende, discute y explica para que se utilizan los fondos y que se hace con ellos. Sin intereses mezquinos.
Un pueblo solidario, ante una nueva crisis,mundial, universal como se ve estos días, no actúa cobardemente, con pavor y sin importarle el de al lado.
Los argentinos pudientes, la burguesía temerosa, vacia las farmacias de barbijos, de alcohol en gel y de Tamiflú, la nueva estrella farmaceútica del mercado.
Demostrando una cobardía y un egoísmo sin límites avanzan sobre las farmacias del Uruguay devorando a su paso. Karl Marx tenía razón, la lucha, la diferencia es entre clases no entre Estados, ni entre nacionalidades, el farmaceútico uruguayo no le pregunta al que le compra el Tamiflú de que nacionalidad es, no le importa. En el capitalismo sólo importa el que tiene el dinero para comprar la mercancia. Los pobres, sean argentinos o uruguayos no pueden comprar el remedio.
A esta sociedad egoísta y temerosa no le importa saber que el Estado tiene un millón de dosis para ditribuir en los hospitales y las obras sociales y prepagas.
Esta sociedad tiene medios de comunicación que no cumplen ninguna responsabilidad social, que desinforman, que crean pánico, que alimentan el negocio, que buscan culpas e intereses políticos que los representen, nunca que ese medio sirva para informar, educar, formar y prevenir la pandemia.
¿En cuantos medios usted escuchó, vio o leyó que el Estado tiene un stock de la droga para cubrir las futuras contingencias?
¿Por qué el cardenal Bergoglio o el rabino Bergman no educan y predican la solidaridad entre sus fieles ante el pánico que crece? Los sindicatos, las organizaciones barriales, las ONG, también podrían hacer lo suyo en una sociedad solidaria.
Usted está en su casa con el armario lleno de barbijos y frascos de gel en alcohol, el botiquín con diez cajas de Tamiflú que seguramente no va a utilizar porque las probabilidades de que una persona de su nivel socio económico contraiga el virus es muy baja. Sepa que usted tiene demás, que todo eso le sobra y que no le va a calmar el miedo. Sepa que el virus está mutando y el Tamiflú posiblemente no sirva en un futuro. Sepa que comportarse como el Tío Rico no lo va a salvar.
Sepa que si usted por acumulación finalmente se salva, todos los de alrededor suyo que viven en su misma sociedad, que no pudieron comprar ni alcohol, ni antiviral, ni barbijos, porque usted y gente como usted vació los comercios "por las dudas"; si esto se agrava, se enfermaran y correrán riesgos de morir.
Ezekiel Farragu
miércoles, 8 de julio de 2009
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