Los nuevos actores sociales, masivos y populares, y una historia de conflictos recientes que el peronismo creía dejar atrás, se pueden descubrir en las películas nacionales de entre 1945 y 1955, hoy injustamente olvidadas. El pasado del cine argentino es esquivo y cargado de prejuicios. Durante mucho tiempo dominó la convicción de que las películas realizadas bajo los primeros gobiernos de Perón carecían de valor artístico. No vistas, relegadas y descartadas sin más, quedó enterrada la enorme mayoría de los cuatrocientos filmes de la época. Hoy, una revisión estética más distante y equilibrada le devuelve relevancia a nuestro capítulo clásico del arte más emblemático del siglo veinte. En este sentido, Clara Kriger propone una lectura renovada del cine nacional, marcando cómo esas películas de entre 1945 y 1955 expresaron un contexto de transformaciones.
¿Hubo uso político del cine en los primeros gobiernos peronistas?
Hay que dividir el cine documental y los noticieros, en los cuales sí hay propaganda política, directamente pagada por el Estado. Pero en el cine de ficción pasó otra cosa, y no se encuentra ninguna película que hable de Perón. No hay películas sobre el 17 de Octubre ni sobre Evita, a pesar que el Estado diseñó una política proteccionista para el cine, con créditos y cuotas de pantalla.
¿La industria del cine argentina es el fruto de la protección estatal?
Nuestra industria cinematográfica había crecido mucho en los años previos a la Segunda Guerra Mundial, y tenía una muy buena producción sin regulación del Estado. El problema es que llegados los años de la Guerra, todas las industrias cinematográficas de Occidente entran en crisis. Por muchas razones, pero entre otras porque el material virgen para hacer películas requiere de un elemento que también se usa para hacer explosivos. Entonces, a Argentina se la castiga por ser país neutral; se le envían menos insumos que a México. Así se tuvo que recurrir a la ayuda estatal.
¿El cine era muy popular?
Sí. Son los años del cine en toda América Latina; del cine como el divertimento más popular, junto a la radio. La gente iba al cine a verse; fue la aparición de los sectores populares en las pantallas.
La calidad de ese cine argentino, ¿era baja y anodina?
No. Dentro de las cuatrocientas películas las hay excelentes, buenas y malas. Entre ellas están nuestros clásicos, donde aparecen los discursos que circulan en la realidad, Por ejemplo, aparece en las películas el Estado, no el gobierno sino el Estado a través de sus instituciones, y también aparecen obreros -Tita Merello como la fabriquera-, incluso presas -"Deshonra"-, ya no como personajes secundarios sino como los protagonistas de películas de muchísima aceptación.
Ese cine no parece pasatista.
No es consistente pensar que se trataba de cine pasatista, porque no hay producciones culturales que no den cuenta de la sociedad en donde se producen. Era un cine en el cual aparecen denuncias de conflictos sociales previos al peronismo, en una fórmula muy utilizada: el conflicto social previo que en la nueva Argentina se resuelve, una fórmula que no inventó el peronismo, pero que la explota fuertemente. Lo interesante es que esas denuncias eran de un pasado reciente, que se resignifican a la luz de una época en la cual las masas conquistan derechos sociales y políticos, y es posible pensar que ven en esos conflictos y conquistas muchas de las cosas que se estaban viviendo. Esos conflictos siempre tenían final feliz, con lo cual desaparecía el conflicto. Y aunque nadie iba a ver una película pensando que no iba a tener un final feliz, el final feliz del conflicto no licua todo lo visto durante la película, que se conectaba con lo vivido.
¿Había censura?
Sí. Una formal, que en realidad no era una censura propiamente dicha. No había una oficina de censura ni censura previa; para que se aprobara un crédito no censuraban previamente el libro, lo cual no es un detalle menor. Lo que había era una instancia de calificación de filmes que funcionaba como una censura, porque en la época del primer peronismo al cine se iba con toda la familia, y si una empresa ponía una cantidad enorme de plata y la película se calificaba como prohibida para menores de 18 años, era un fracaso preanunciado. Entonces, eso funcionaba como censura y presión. Todos sabían qué cosas no se podían decir para que no calificaran las películas como prohibidas para menores. Y esto tenía que ver con la moral y la Iglesia Católica -en todo Occidente, la Iglesia Católica tuvo mucho que ver con la censura en el cine; en una encíclica papal de la década de 1930 se dice qué es lo que debe permitirse en el cine, y todas las cinematografías de Occidente le hicieron caso. Y la censura política estaba ligada a un sentido común acerca de que no se podía hablar mal del peronismo y no podía haber denuncias de conflictos sociales presentes. Esto no estaba escrito en ningún lugar.
¿Había otra forma de censura?
Sí, una censura informal, que conocemos por anécdotas y tiene que ver con la prohibición de trabajo de determinados actores. Esto seguramente existió. Pero hoy, después de la censura del Proceso, es un chiste la censura del peronismo. Existió la censura, pero no fue el elemento determinante del período. Ni lo fue en Estados Unidos, a pesar de que era la época del maccarthismo.
¿Qué recepción tenían esas películas en el extranjero?
Algunas muy buena, de hecho "Dios se lo pague" (1948) fue la primera película argentina designada para el Oscar, cuando todavía no existía el Oscar para películas de idioma extranjero. Raúl Apold, que entonces dirigía la suerte de todo lo que tuviera que ver con el mundo de la comunicación, y que tenía aspectos muy siniestros, se planteó exportar cine. Hizo en 1954 el Festival de Mar del Plata.
En ese Festival del '54 arranca la campaña política del peronismo en vista a las próximas elecciones. Fue un evento que juntó todo lo que podía ser masivo: acto político más estrellas internacionales.
Después vino Gina Lollobrigida.
Viene como consecuencia del Festival, que sirvió para contratar estrellas internacionales para hacer coproducciones, o para trabajar aquí en películas. Ya a mediados de los '50, en todo Occidente quedó claro que el modo de producción de los estudios, con grandes planteles de sueldos fijos, no funcionaba más, y que para sostenerlo no alcanzaba con el público local, y que la única posibilidad de sostenerlo era o por subsidio del Estado o con exportaciones. Como en otros países, acá se empezaron a buscar variantes, a veces de una manera caótica.
Pero los noticieros parecen tener una política coherente.
Sí. Como en la radio, en la cual antes de emitir un programa había alguien que miraba los guiones; en los noticieros también. La gran innovación estética del período, en cine, vino de la mano de Apold, y es un género que se llama docudrama; o sea, documentales hechos por el Estado en los que se incluyen dramatizaciones con actores y escenas de animación; es el inicio del cine político en la Argentina. Lo que luego vamos a ver en "La hora de los Hornos", se anticipa ya ahí. Es una novedad por ligar el documental a ciertos elementos tradicionales de la ficción, como el melodrama, para que esa información documental llegue de la mano de un formato mucho más pregnante, mucho más conocido por el espectador. El hecho cinematográfico de ese momento hay que pensarlo incluyendo el noticiero y el documental. Es toda una sesión de cine, en la cual la gente no se perdía nada; no es como ahora, entre otras cosas porque no había tantas imágenes, y entonces ir a ver imágenes de noticiero era realmente muy atractivo, era la posibilidad de ver qué estaba pasando en Europa, por ejemplo. Entonces había una gradación: empezaba el noticiero, luego el documental con imágenes de ficción, y después la ficción. Y en este sentido es muy interesante pensar que la gente tenía una competencia para ver cine que estaba mostrando "la realidad" -entre comillas porque obviamente ningún cine muestra la realidad- y poder diferenciar eso de la ficción.
¿Hoy se pueden seguir viendo esas películas?
Sí. Las mujeres de las películas de Christensen me encantan, son todas malas. "Deshonra" es de una factura impresionante; el inicio de "Las aguas bajan turbias" es terriblemente perturbador para hoy; mis alumnos lo ven y quedan impresionados; el diseño de arte de "Dios se lo pague" es bellísimo. Los policiales de la calle, que son películas clase B, me apasionan, porque han salido a la calle a filmar y me parecen lindísimos. Las comedias de la época me hacen reír. El cine de los años '50 se puede ver perfectamente, cosa que no me pasa con el de los '60.
¿Tuvo continuidad ese cine?
No. Con la caída del peronismo cae el proteccionismo y las empresas -quedaron tres-; concluía un modo de producción. Los nuevos modos de producción vinieron acompañados de nuevas estéticas. Y lo nuevo se ligó a la idea de que lo viejo era todo despreciable. Entonces se conformó una teoría que heredamos, que dice que el cine argentino viejo, clásico, es malo. Que no hay nada rescatable. Yo creo que recién las generaciones nuevas, formadas en universidades, empezaron a recuperar las tradiciones de nuestro cine clásico, Pero sí, se terminó una época y todo ese cine quedó sepultado. Aquí hubo durante muchos años un desprecio desmesurado por el cine argentino, y quizá lo único que se valoraba del cine argentino eran los '60, el nuevo cine, el cine de autor. Ahora hay una vuelta.
Claudio Martyniuk.
lunes, 20 de julio de 2009
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