viernes, 4 de diciembre de 2009

La Cumbre de Copenhague no ofrece esperanzas


El mundo está abocado al holocausto y hay que demandar y exigir de los poderosos que frenen su voracidad: la demora en detener el calentamiento del clima nos empuja hacia el abismo.
La propuesta norteamericana de rebajar para el 2020 el 17 por ciento de sus emisiones nocivas hacia la atmósfera —en comparación con el 2005— es una verdadera burla a la humanidad que ve acercarse la catástrofe de la contaminación de suelos, agua y aire en un planeta que tiene cabida para todos.


Hace un año la agencia estadounidense AP justificaba que “los países occidentales y desarrollados han impuesto límites a las emisiones de carbono que producen, han ofrecido ayuda tecnológica y financiera a las naciones pobres y creado nuevas normas e instituciones para regular el nuevo régimen climático”.

Todo es mentira disfrazada. Es cierto que los estados más desarrollados han ofrecido ayuda a las naciones pobres, pero de los 10 mil millones anuales comprometidos tiempo atrás ni un solo centavo ha llegado al Tercer Mundo para mitigar la situación y ayudar en la creación de fuentes de energía limpias.

En 1997, cuando no había estallado ninguna burbuja financiera de las que hoy se enarbolan como pretexto para evitar desembolsos, Estados Unidos se negó a firmar el Protocolo de Kyoto y a disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero, a pesar de ser el principal responsable.

El Gobierno de William Clinton hizo una generosa concesión al sistema empresarial, el cual no deseaba aumentos de gastos en sus producciones de baja competitividad.

¿Qué van a hacer las naciones ricas durante una semana en Copenhague, Dinamarca a partir del día 11 de diciembre, si ya de antemano se sabe que no habrá acuerdo? Lo proclamó el amo del mundo, Estados Unidos, y ya nadie piensa en la posible solución.

De Copenhague se esperaba otra cosa, porque las naciones del llamado Tercer Mundo tienen razón al demandar de las naciones del Norte la reducción para el 2020 de no menos del 40 por ciento de las emanaciones de gases de efecto invernadero en comparación con 1990, y únicamente para que el calentamiento sea menor.

Poner como escudo que los países emergentes deben sacrificar su desarrollo para no avanzar en el combate al calentamiento del clima, no es más que un pretexto de los países industrializados. Es seguirle el paso a Washington con toda su carga de responsabilidad en la aceleración global del fenómeno.

El sitio digital Ecologistas en Acción sostiene que la Unión Europea, al hablar de multilateralidad en las negociaciones, solo se enmascara para apuntar a que el causante de la situación es Estados Unidos con su proceder.

La Casa Blanca dice de boca para afuera que todo lo subordina al programa interno norteamericano que estará presuntamente listo solamente en la primavera del próximo año y, sobre su plataforma, tratarán de imponer sus propias condiciones.

Se desecha que en la capital danesa se alcance un giro en las acciones futuras para coadyuvar al cambio climático y lo más probable es que solo se adopte un “acuerdo” para negociaciones ulteriores. ¿Hablar más para qué?

Si el principal contaminador se niega, no se puede esperar gran cosa de la reunión de Copenhague, salvo la nueva desilusión para las naciones subdesarrolladas, donde mil millones de personas pasan hambre y se ven empujadas al riesgo de la extinción de la especie humana por la avaricia capitalista.

Joaquín Rivery Tur
Argenpress

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